domingo, 2 de octubre de 2011

Todas las aventuras que comienzan, terminan, todo origen tiende a su final y aunque en biología estemos acostumbrados, esta vez no creo que vaya a ser una excepción a la regla. El tiempo, ese sencillo cúmulo de letras que sin duda ejerce un poderoso embrujo, pasa descaradamente rápido cuando uno disfruta de lo que hace. Es exactamente esa la sensación que tengo a día de hoy, donde 30 precisos días han dado paso a mi primer mes en Eslovenia.

Una de las primeras impresiones que tuve al llegar al país de los dragones es que todo aquí parece nuevo, todo en Eslovenia está impregnado de ese matiz como de recién hecho. En un país relativamente joven, con no más de 20 años (aunque colosal historia) y tras una guerra de independencia más o menos cruenta, todo tiende a la integración y a la regeneración. Liubliana tiene la peculiaridad de sorprenderte desde múltiples puntos de vista ya que por un lado, es una capital europea, con su correspondiente sede del gobierno, edificios institucionales, embajadas... etc. pero por otra parte sigue sin perder el romanticismo que le confiere el ser un pueblo grande, ese toque místico de Europa central donde la gente liberada de su pasado, empieza a expandir sus inquietudes y promocionar sus conocimientos. Apenas conozco más que la capital, tiempo al tiempo, pero por lo que he podido investigar, este es un país mágico, con un enorme potencial y unas grandísimas expectativas que solo tienen que esperar a ser descubiertas, el resto caerá por su propio peso.

Río ljublanica con la Iglesia Franciscana de la Anunciación de fondo.

Río ljublanica y su ribera.

Como bien he dicho, de momento solo he tenido tiempo de conocer, o mejor dicho, de rasgar la superficie de mi nueva ciudad. A nivel turístico he de confesar que Liubliana no se puede equiparar a grandes ciudades como Roma o París, la oferta turística es quizás en ese sentido un poco deficiente, ya que salvando su majestuoso castillo del s.XII y la ribera del río ljublanica, no hay grandes construcciones o parajes donde perder más de 15 minutos. No en vano el aire que emana esta ciudad es muy poderoso e incluso es capaz de anular esa sensación que trato de explicar. Eso es tal vez lo bueno que tiene, que al final del día puedes estar completamente satisfecho, pero a veces se echa de menos un poco más de historia, el vivir a la sombra les ha pasado factura. 

Fachada de la galería nacional.

Sede institucional de la Universidad de Liubliana.

Emblema de la ciudad, coronando el puente de los dragones.

Lateral del casillo de Liubliana.


Con respecto a la gente y sus costumbres, a primera vista se puede pensar que son un poco fríos e independientes. Aquí cada uno va a su aire y a sus menesteres y si tu no reparas en ellos, difícilmente vas a obtener alguna reacción. Podría definirlo, para entendernos, como esa típica sensación europea de frialdad, aunque indagando en el asunto se podría redefinir como serenidad o sosiego. No obstante una cosa no quita la otra y en cuanto te acercas a ellos, ofrecen todas sus cualidades sin dudarlo, son personas distantes, pero que si te molestas en conocer llega a descubrir todo su potencial. Serviciales y generosos una vez rota la barrera, se abren ingentes con increíbles y altruistas resultados, esa reticencia inicial parece obra del pasado cuando simplemente mantienes una conversación de 15 minutos con ellos.

Plaza Presernov, centro neurálgico de la ciudad y lugar de quedada principal.

Otra de las cosas que me ha llamado mucho la atención es su aspecto. Se que es inevitable el pensarlo, pero cuando viajas es muy importante desechar todos los prejuicios y conceptos que se tienen de antemano. Para poder contemplar Eslovenia en toda su plenitud y poder disfrutar de sus habitantes es imprescindible estar receptivos a los nuevos cambios que implica una nueva cultura. Como decía sus rasgos físicos son mucho más mediterráneos de lo que imaginaba y el rubio por raro que parezca, no predomina sobre el moreno. Ademas parece que tienen una amplia cultura deportiva puesto que a todas horas del día encuentras gente haciendo deporte. El que no monta en bici, juega en un equipo de fútbol o baloncesto (los dos deportes de “verano” más populares) y el que no tiene tiempo simplemente sale a correr. No he profundizado mucho en el tema, pero parece que el sobrepeso no es tertulia de interés nacional, tanto hombres como mujeres cuidan su figura y su aspecto.

En cuanto a su gastronomía (ya veis que estoy intentando hablar un poco de todo, siento se hace largo) poco he podido conocer, más que nada por que la economía invita, a pesar de lo económico que resulta comer siendo estudiante, a elaborar mis propios platos en la cocina de mi residencia. Donde más he podido disfrutar de su típica comida es tras los entrenamientos de rugby, ya que como expliqué, tienen costumbre de cenar todos juntos. Verduras y carne creo que son las estrellas del mercado, por contra el pescado, salvo los calamares, más bien escasea. Por otro lado tengo que destacar tanto el horno esloveno como sus derivados lácteos. El pan, bollería y demás productos típicos, tienen aquí un gusto muy especial, supongo que normal, pero acostumbrado a la harina y trigo español todo lo que pruebo aquí me sabe a rústico. 

Imagen del mercado de Liubliana.

He querido con esta entrada intentar explicar lo que no son situaciones o acontecimientos especiales, si no simplemente el día a día y trato con lo eslovenos. Próximamente empezaré por fin las clases de la universidad así que intentaré contaros eso en otra ocasión.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

No deja de impresionarme cada dia mas lo interesante que resulta esa ciudad

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Estudiante de biología en la Universidad de Alicante, aunque valenciano de nacimiento. Cofundador de la iniciativa Grubial.

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