domingo, 21 de agosto de 2011

Son estos los días típicos de verano. Horas centrales impertinentes que impasibles gozan al ver caer el sudor por la piel. Madrugar para buscar a los que azada en mano, sienten el sol como una columna sobre su ser. Ráfagas de viento que recuerdan que a ciertas horas, el mundo es más humano, aunque como contradicción, esté más plagado de otra vida que nunca. Sin duda el motivo de un estudiante de biología en verano, que acorta sus horas de sueño y aparta el placer del catre, está lejos del aumento de síntesis de melatonina. Breves y volátiles encuentros sobre las vastas llanuras inundadas que son los coloridos arrozales valen y mucho la pena.

Imagen de los arrozales de Cullera, límite sur del parque natural de la albufera.

Abunda por defecto lo que antiguamente fue exceso, el revoloteo de los odonatos que juegan con mi cámara al posado intermitente. Este orden de insectos (Orden Odonata) comprende los conocidos como caballitos del diablo y libélulas, que abundan en ciertas partes del sureste peninsular. El aspecto típico de un adulto es bastante conocido por todos: abdomen alargado, en muchos casos estrecho o aplanado, continuado por un tórax donde se insertan 4 magníficas alas membranosas que permiten una pululación casi perfecta y una cabeza por último, robusta y redondeada que normalmente suele ser más ancha que el resto del cuerpo.

Es en ésta, la zona anterior, donde los ojos compuestos nos permiten diferenciar a los dos grandes grupos: Anisoptera y Zygoptera. En los primeros, comúnmente llamados libélulas, los órganos visuales entran en contacto directo, es decir, no existe un espacio entre los ojos, por contra los caballitos del diablo, incluidos en el suborden Zygoptera, si presentan una clara separación. Por si fuera poco, los zigópteros a diferencia del resto de odonatos, alinean en descanso sus alas y su abdomen, mientras las libélulas inclinan hacia abajo y adelante sus 4 horizontalmente separadas alas.

En mi travesía arrocera pude fotografiar, no en vano con suerte dispar, a tres especies distintas, que con la posterior colaboración puede identificar. Se trata pues de: Crocothemis erythraea, Sympetrum fonscolombii y Ischnura elegans.


Orden: Odonata
Infraorden: Anisoptera
Familia: Libellulidae
Especie: Crocothemis erythraea (Brullé, 1832)
Crocothemis erythraea

Gracias a nuestra pequeña compañera de arriba podemos poner en práctica nuestras recién aprendidas diferencias. Pese a la calidad de la imagen, con los ojos en contacto y las alas inclinadas hacia abajo y adelante, podemos adjudicarle el título de libélula. En esta especie en concreto la identificación es muy sencilla debido a ese color rojo tan intenso que adorna todo su cuerpo, incluidas las patas. Este último aspecto hace posible la diferenciación con otras especies, en concreto del género Sympetrum. Sympetrum sanguineum, con la que guarda un más que razonable colorido (no tan intenso) y con la siguiente invitada que apareció en escena Sympetrum fonscolombii, podría ser confundida, pero la coloración negra de las patas de estas dos últimas nos permite acertar en nuestra elección.


Orden: Odonata
Infraorden: Anisoptera
Familia: Libellulidae
Especie: Sympetrum fonscolombii (Selys, 1840)
Sympetrum fonscolombii


Mismo género pero diferente epíteto, pero a pesar de esto muchos autores encuentran en S. fonscolombii ciertas evidencias que indican no estar estrechamente relacionado con otras especies del género Sympetrum y por lo tanto tarde o temprano debería ser reclasificado. Similar a C. erythraea, el ya mencionado color de las patas, debería ser suficiente para su identificación. Por la coloración rojiza entre tanto amarillo, el ejemplar de la imagen es un macho, los cuales con su madurez van adquiriendo el rojo como matiz secundario.


Orden: Odonata
Suborden: Zygoptera
Familia: Coenagrionidae
Especie: Ischnura elegans (Vander Linden, 1820)
Ischnura elegans


Nada ya que ver en la apariencia, frágil y muy inquieto el caballito del diablo, posa aparentemente tranquilo, mostrándonos su conjunción ala-abdomen. Lo negativo referente a esta especie es que no es tan fácil de identificar, puesto que presenta caracteres muy parecidos a otros caballitos del diablo. Yo aun no tengo muy claras las diferencias pero el abdomen negro acabado en una sola franja azul, creo es distintivo de este animal.


Imagen de la rueda de apareamiento de Ischnura elegans.


También aprovecho esta especie para comentar algo sobre la cópula o rueda de apareamiento, en la que macho y hembra adoptan la postura tan particular que muestra la imagen. El macho “agarra” a la hembra con el extremo de su abdomen por el cuello, mientras ella, aproxima su abdomen a los órganos genitales de este para adquirir el magnífico legado por el que tanto esfuerzo realizan.
sábado, 6 de agosto de 2011
Son unos cuantos, los años que la señora evolución lleva dando tumbos por el planeta azul. Son mil y una, las situaciones y trabas que la quisquillosa dama ha planteado, como si de una carrera de obstáculos se tratara. Siempre atenta y perspicaz, la evolución ha ido seleccionando con la inestimada ayuda del Dios griego Cronos, a los ejemplares más adaptados y que por tanto mejor solventaban esos óbices terrenales. Pero la severa evolución no resulta tan implacable como parece puesto que permite más de un camino para alcanzar el glorioso colofón. La convergencia evolutiva es un fenómeno harto empleado por infinitud de individuos, por el cual organismos que difieren en su raíz, presentan unas características externas semejantes. Estos por consiguiente presentan lo que en biología se conoce como analogía, es decir, estructuras con una misma función pero de diferente origen. 

Ejemplo de órganos análogos en un vertebrado (mamífero) y un invertebrado (insecto).

El detonante de esta compleja similitud siempre es el mismo, presiones ambientales de la índole que sea y que incitan al cambio para lograr un aumento en la eficiencia y eficacia de la supervivencia. Los motivos y razones son tantos como especies hay y por ello encontramos convergencia evolutiva en todos los ambientes posibles, por ejemplo: las aletas en tiburones y delfines, las alas en mariposas y murciélagos o como en el caso de la imagen, las patas adaptadas para la excavación de topos y grillos.

Pero los casos de analogía no tienen porque ser tan extremos ni tan claros. Dentro de un mismo linaje pueden darse estas mismas situaciones; simplemente dos ramas de una familia que se separan evolutivamente, si después una especie retorna a los caracteres ancestrales obtenemos el mismo resultado. Este es el caso de las familias spheniscidae y alcidae. Ambas son familias de aves cuyas especies integrantes tienen como denominador común el mar, medio en el que pasan la mayor parte de su vida y del que extraen su alimento (casi en su totalidad, pescado). Con un aspecto físico más que parecido entre algunas especies, las dos estirpes comprenden hábitos semblantes pues tienen como costumbre el anidar en los acantilados costeros o, dependiendo de su capacidad para alzar el vuelo o no, playas, costas e incluso galerías subterráneas. La mayor diferencia entre estos grupos de aves es su patrón de distribución, ya que las primeras residen exclusivamente en el Hemisferio Sur, mientras que las segundas dominan el Hemisferio Norte.


Clase: Aves
Familia: Alcidae
Especie: Pinguinus impennis L. (1758)
Dibujo de un Alca gigante, Pinguinus impennis

Clase: Aves
Familia: Spheniscidae
Especie: Sphenicus magellanicus L. (1781)
Fotografía de un pingüino de magallanes.

Salvo el mencionado aspecto físico, en teoría, si se profundiza en el estudio de esos bellos animales, no debe haber ningún tipo confusión a la hora de clasificarlos o nombrarlos, pero parece que aunque no se los busque, los problemas suelen acabar apareciendo.

Antiguamente, hallá por el s.XVIII, los mares noratlánticos estaban poblados por un ave charadriiforme que alejada de todo batiburrillo vivía cómodamente asentada en los enclaves costeros. Debido a su ingente tamaño, impropio en sus parientes más cercanos, era incapaz de volar, por lo que acabo acostumbrándose a la vida subacuática. Los marineros británicos conocían a la actualmente extinta alca gigante, con el nombre de penguin, palabro que procede del gaélico penwyn (pen = cabeza y qwyn = blanca) que posteriormente, con la aparición de la nomenclatura binomial daría pie a su nombre científico, Pinguinus impennis. Muy apreciada por su carne, pero sobretodo por sus huevos, sus poblaciones comenzaban a ser más bien escasas, pero nada parecía indicar el trágico devenir.

Vasco de Gama, retrato de Gregorio Lopes


Por su parte Vasco de Gama y sus tripulantes encontraron en sus viajes por las regiones antárticas, un ave de andares torpes e inhabilitada también en el arte el vuelo, motivo por el cual decidieron bautizarlas con el apelativo de pájaros bobos. Años más tarde, con el apogeo de las expediciones, navegantes ingleses observaron a estas nuevas aves y quedaron sorprendidos de la extremada similitud con sus vecinos norteños, además gobernaba los mismos nichos y tenían actitudes muy parecidas, por lo que sin pensárselo dos veces, renombraron a los pájaros bobos con el nombre de penguins.

El problema vino cuando saturadas las barcas de los pescadores ingleses de alcas gigantes, su población mermó hasta el punto de hacer desaparecer la especie en el siglo XIX. Con esta indeseada, pero provocada extinción el nombre de penguin o la variante castellana, pingüino, quedó a entera disposición de las torpes aves del Hemisferio Sur, que acogieron con resignación este nuevo cambio de nombre. Hoy en día está más que extendido el popular nombre, ya que con él se designa a las más de 16 especies de aves no voladoras de la familia spheniscidae. No en vano, si nos amparamos en la historia, hemos de saber que no es correcto llamar a los actuales pingüinos con ese nombre, por ello la Real Academia de la lengua Española, RAE, contempla la verdadera y primordial definición tanto de pingüino, refiriéndose a la alca, como de pájaro bobo.

No hace falta más que un poco de ganas y tiempo libre para que la historia y la naturaleza acuda a ti. Los hechos están ahí y simplemente hay que ir a buscarlos. La verdadera información no es por tanto la que nos cuentan, si no la que es y depende del ímpetu aventurero de cada uno, el descubrirla o no.

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